Las favoritas de Brasil III: Sao Paulo
Siempre a tono con los tiempos, los brasileños cambiaron rapidísimamente sus vitrinas, desterrando la decoración crnavalesca para remplazarla por perturbadores conejos pascuenses.
No necesitaban cartel de "No tocar" estas frutas de fucsia radioactivo. El contacto parecía prometer una alteración permanente de la melanina del atrevido. Mejor imposible.
Las calles paulistas eran un ejemplo de invasión juvenil y este fue mi afiche preferido. Yo también te quiero con limón.
Muchacha recelosa en el barrio chino, mientras buscábamos el buffette más rendidor y barato, como si estuviéramos en la Calle Capón. Terminamos en el menos oriental de todos, rodeado de japoneses adictos a los ostiones. Inexplicablemente comían una docena cada uno, casi como yo.
La Rua Augusta, recomendada con razón por los amigos cariocas, estaba llena de sorpresas en las esquinas. Entre prostitutas, jóvenes y cervezas, se encontraban las paredes más invadidas y me agarró la lluvia que rompió el record anual, sin paraguas.
Me perdí esta fiesta de afiche prometedor, descubierto camino al Mercado Municipal de Sao Paulo, pero compré compilados piratas de "Black Music", que abrazaban como "black" todo lo relacionado al funk y al hip hop, incluyendo a Eminem en una generosa adopción que se ríe a caracajadas del cambio de color de Jacko. La reinvindicación de la cultura negra en Brasil es fuerte y casi irreflexiva en su vehemencia. Los mercados de pulgas evidenciaban un consumo muy grande de música funk setentera en los vinilos que llenaban las veredas y los "Polvos azules" brasileños unían ese gusto con el del hip hop actual, creando una especie de hilo conductor que iba de James Brown a Tupac, de Donna Summer a Beyoncé sin el menor reparo, y que tenía en Bob Marley a uno de sus íconos máximos. Polos con la palabra "negro" y estampados de cabezas con peinados afro eran las alternativas ofrecidas para los orgullosos de su color oscuro, que yo envidiaba.
Graffitti paulista para dejarnos boquibiertos y correr el riesgo de ser atropellados mientras nos sorprendía luciéndose en los rincones más inverosímiles. (A esas crews sí que me uniría!)
El modo más original de anunciar los empleos ofrecidos lo tenían los carteles humanos, que llenaban la calle junto a nuestro hostal con sus ofrecimientos de "admiten se mocas".
Y publicidad anti Bush por doquier, en la ciudad que expresaba más abierta y eufóricamente su oposición a la visita del demente. Mientras tanto, en Perú, ni pío.
3 Comments:
At 8:07 p. m., giancarlo tejeda said…
gracias x el comentario... y espero me avises de la publicaciOn de la revista, ahI tienes mi mail en mi blog... pajas las fotos de brasil
At 2:31 p. m., Juana said…
mmmmmmmmmm, demasiado brasil
At 9:18 p. m., Anónimo said…
interesante...
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