Se viene el 9 ¡chanfle!

Ayer ví como tres horas de televisión nacional: reportajes, entrevistas, destapes, enlaces vía microondas, popi, patadita, lourdes, cojo, chaparrón. Mi hermana ya se hartó de que el monotema de mi papá los últimos dos meses ha sido Humala. Y supongo que de lo que pase el domingo dependerá que lo siga siendo. El me mandó este interesante artículo escrito por Fernando Villarán (ex Ministro de Trabajo).

Martes, 28 de marzo de 2006

El Comercio

Humala: el pánico no es lo que corresponde

Fernando Villarán

Si súbitamente se malograse un motor del avión en el que uno está volando, el pánico sería perfectamente lógico y justificable, primero por el peligro real, segundo por lo inesperado de la situación, tercero porque el fenómeno no ha dependido de uno y cuarto porque uno no puede hacer nada para evitarlo.
Pero cuando uno echa en el terreno vecino a su casa papeles, maderas, gasolina, plásticos, fósforos, etc., y un día todos esos materiales entran en combustión y generan un incendio gigantesco que pone en peligro su hogar, tener pánico no sería suficiente. Si bien ambas situaciones tienen en común el peligro, el segundo caso es totalmente previsible y producto de la irresponsabilidad. En esta circunstancia corresponde aprender del error, proponerse no repetirlo,buscar soluciones razonables y actuar con rapidez llamando a los bomberos.
Esta metáfora se aplica para la situación electoral que estamos viviendo, no se puede decir que el fenómeno Humala sea una sorpresa o algo inesperado, pues hace 17 años ganan las elecciones candidatos sin trayectoria política conocida, y que vienen de afuera del establishment.
En ese tiempo más del 50% de la población se mantiene en situación de pobreza, y cerca del 20% en situación de extrema pobreza. También el desempleo se ha mantenido en alrededor del 8% y el subempleo cercano al 65%; indicadores que a pesar de los esfuerzos y ligeras fluctuaciones, casi no han variado en los últimos años.
En el mismo período la economía ha crecido cerca del 40%, las exportaciones lo han hecho en más de 150%, lo mismo ocurre con las reservas internacionales y las utilidades de las empresas. Se han construido casas nuevas, edificios, urbanizaciones, se han importado autos, televisores, computadoras, DVDs y miles de productos más, todo lo cual está muy bien, pues es parte del progreso y esas son sus expresiones.
El problema en el Perú, y en otros países de América Latina, es que la mayoría de la población está excluida de esos beneficios. Es la pésima distribución del ingreso que persiste en nuestra región, año tras año, gobierno tras gobierno; mientras la mayoría que es víctima de ella, calla o es silenciada. Por eso cuando, cada cinco años, se le da la oportunidad de expresarse con su voto ¿por qué nos sorprende tanto que rechace este estado de cosas que no la beneficia en casi nada?
Si bien me he propuesto no señalar culpables, porque de alguna manera todos tenemos alguna responsabilidad, no puedo dejar de mencionar aquellos exclusivos balnearios veraniegos de Asia como los símbolos de la discriminación y la exclusión social. Los que allí habitan deberían ser los menos sorprendidos por el fenómeno Humala, aunque probablemente sean los que más pánico tienen.
Cualquiera sea el resultado electoral, la sociedad peruana debe tomar nota de este mensaje que nos envía un importante sector de nuestra población para reaccionar de manera responsable y evitar que esta situación nos lleve al desgobierno y se vuelva a repetir dentro de cinco años. El problema es por supuesto, inmenso y complejo. Sin embargo hay cuatro pistas, aceptadas casi universalmente, para avanzar hacia una sociedad incluyente:

(i) generar empleo decente (no hay nada más integrador que una buena chamba),

(ii) articular a las micro y pequeñas empresas con las grandes (Japón y Taiwán tienen las mejores distribuciones de ingreso del mundo por esta razón),

(iii) brindar una educación de calidad para todos los niños y jóvenes (el mayor factor de movilidad social y económica),

(iv) combatir sin descanso toda forma de discriminación y exclusión (todas las autoridades deberían emprender una lucha sin cuartel contra ellas, encabezadas por la Defensoría del Pueblo).

Si alguna candidata o candidato toma en serio este problema y no solo transmite credibilidad sino que tiene la convicción de que lo va a resolver, quizás evite el incendio en el corto plazo. Pero la verdadera solución va a estar en el compromiso de todos; por lo pronto descartemos el pánico y tratemos de conectarnos con la lucidez, con nuestra capacidad para aprender de la experiencia y buscar en conjunto, dialogando, soluciones que incluyan a todos nuestros y nuestras compatriotas.