Te conocí en un bazar

entre cuadros, y revistas, camisetas, discos y jeans

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domingo, agosto 21, 2005

El viernes ví "Tarnation". Hice caso a un mail que me llegó del cinematógrafo que decía: "Caouette ha estado documentando su vida desde que tenia 11 anos. En TARNATION él monta un torbellino psicodélico con sus recuerdos, fotos familiares, películas caseras grabadas desde los trece años, diarios en vídeo, cortos primerizos y por fin, su llegada a Nueva York, independizado y gay. Caouette aprendió a olvidar fingiendo frente a una cámara, educándose con series B de terror, con el teatro musical. Aprendió a espantar su niñez, el desamparo y los abusos, la esquizofrenia de su madre a la que vio violar, su paso por instituciones de caridad, la autodestrucción. Haciendo cine, Caouette se reinventó a sí mismo."
Las primeras escenas de la película me generaron descofianza. Un par de ancianos con expresiones tristes pero sonriendo a la cámara que me recordaban demasiado a las escenas de habitual patetismo que se ven en la televisión todo el tiempo, las escenas de los noticieros o campañas de colectas, hechas para conmover. Pasaron los minutos y de pronto apareció Jonathan Caouette de 11 años actuando frente a la cámara. Aturdido, representaba a una prostituta en crisis nerviosa con un conocimiento de lo que estaba representando que era realmente perturbador. Se tocaba el pelo, se tapaba la cara, lloraba y decía palabras entrecortadas sobre cómo su esposo maltrataba a su hijo y le había amenazado con una pistola. Era más convincente que cualquier mujer de talk show y cualquier actriz profesional y tenía 11 años. Se podía sentir cómo era la mujer que representaba, imaginar cómo había sido criada, cómo debía estar vestida y cómo debía ser su casa, sólo con ver la cara del niño Caouette en su performance. Eso fue el verdadero comienzo de la película para mí. A partir de ese momento sentí que estaba viendo algo único y empecé a pensar y pensar. Pensé en lo terrible de un niño de 11 años que esté en la circunstancia y tenga la capacidad de asimilar toda esa información del rededor para poder imitarla con tal intensidad, como si estuviera diciendo algo propio. Luego en la belleza del protagonista y en qué pensaría Kristy de esta película. Sobre todo mientras salían los adolescentes gays con peinados new wave y caras de querer enamorarse de verdad. Empecé a preguntarme qué hacía que las imágenes de amor homosexual me resulten casi siempre más fuertemente conmovedoras que las de amor heterosexual. Quizá el hecho de que aún no tienen tanta tradición de representación mediática y entonces, me las creo. No sólo me las creo, si no que las admiro. Sobre todo en esta película, donde todo era "de verdad", sentía fuertemente la capacidad de dar amor de Jonathan y su pareja. No eran las escenas fuertes donde salía la madre loca, o los abuelos abusivamente filmados hasta que ellos mismos protestaban lo que me impactaba más. Era la sensación de estar viendo los sueños, la fuerza de la necesidad de amor adolescente en pantalla lo que me emocionó. Y pensaba en Tracey Emin y su video "Why I didn´t become a dancer", donde baila exorcizando el desprecio hacia el pueblo donde se crió, entre habitantes sexualmente hipócritas. Caouette exorciza eso, y baila, en la nieve, en la playa, frente al espejo. También pensaba en la libertad de las escuelas norteamericanas para que un alumno pueda dirigir una obra en secundaria que sea una versión de Blue Velvet de Lynch con música de Marianne Faithfull, protagonizada por una obesa niña blanca. Lo que me llamaba la atención era la mezcla de referentes e influencias que él tenía y la claridad para manipularlas a su antojo teniendo 15 años. Siento que ese tipo de conciencia sobre las fuentes de las que partimos para producir, es algo que en general no se ve mucho en Lima. Conocer lo que nos gusta y manipularlo como se nos antoje, hacer híbridos de lo que consumimos culturalmente, es algo que se ve poco en la universidad y no me lo imagino en el colegio.
En un momento pensé también en la película "Reality bites", en la dulcemente grunge Winona de los 90´s haciendo un corto sobre la vida de sus amigos y en el yuppie Ben Stiller editándolo y "volviéndolo" superficial, quitándole la realidad que Winona había buscado darle. En esta película lo que menos me interesaba eran las escenas de dolor verídico, pues son del tipo a las que estamos acostumbrados y que ya nos hicieron perder el interés de saber si son reales o no. Era más el modo de editarlo: el abuso de los efectos de la computadora para fusionar imágenes, partirlas, hacerlas abstractas y el uso de metáforas tan trilladas (algo que se rompe, agua, velas) para unirlas lo que me convencía de la sinceridad de lo que veía. Era como estar abrumado por la vida y como si al encontrar casi imposible representar la inmensidad del amor, de la angustia, o de lo que lo torturase, Caouette hubiera preferido apropiarse de todo lo que ya ha sido usado para hacerlo: juntarlo, subrayarlo, darle fuerza con la repetición. Apropiarse de los clichés para crear con ellos algo propio, que nos remitía a videos antiguos, a imágenes vistas mil veces, a experimentos juveniles,a intentos de hacer arte...
Luego en mi cabeza...viajar, Nueva York, hacer, insistir, Kristy, mis amigos, mi hermana, mi pintura, mis dibujos, me preguntaba si las personas con las que había ido estarían llorando...y pensaba que no quería hablar de la película, que se me haría muy difícil explicar la emoción que sentí al ver la escena de la actuación de Caouette niño.....
quiero ver Hair y escuchar más Nina Hagen.
 
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