Te conocí en un bazar

entre cuadros, y revistas, camisetas, discos y jeans

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lunes, octubre 10, 2005

Cigarettes and coffee, man, that's a combination.


Que divertido ser Jim Jarmush y llamar por teléfono a Tom Waits, Iggy Pop y a los White Stripes, entre otros, para hacer una película. “Coffee and cigarrettes” está compuesta por pequeños segmentos protagonizados por algunas de las personas que más placer da ver en pantalla grande. Al menos me pasa eso con Steve Buschemi, Bill Murray y Cate Blanchet. Digo personas y no actores, porque nuevamente Jarmush utiliza a músicos como protagonistas. Leí que lo hace porque para él, los músicos siempre están representando, lo cual es particularmente interesante si además en este caso se representan a sí mismos. Se establecen varios niveles de juego, por ejemplo, cuando en el segmento protagonizado por los White, se hablan como hermanos, recordando la niñez de Meg. O Alfred Molina y Steve Cougan atando cabos para averiguar si son primos.
Como en otras películas de Jarmush, los diálogos son sencillos, casi cotidianos y sutilmente absurdos: te lo imaginas escribiéndolos con un cigarrillo en los labios sostenido por una media sonrisa.
Y no deja de introducir pequeños guiños a otras películas de su filmografía: es genial la teoría que Steve Buschemi les plantea a los hermanos gemelos Lee acerca del gemelo malvado de Elvis, que habría sido el que se empezó a vestir mal, engordar y malograr la carrera del Presley bueno. Como la joven oriental super fan en "Mistery Train" que colecciona un álbum donde diversas celebridades se parecen en alguna foto a Elvis (desde Madonna a Buda), Jarmush se aproxima a sus ídolos musicales (que además son sus amigos) con esa misma perspectiva. La del fan que reinventa al ser admirado en su aproximación, en su forma de individualizar su “culto”. Ya sea creándole un gemelo malvado a Elvis o encontrándole parecidos inverosímiles, la actitud es la de darle una nueva dimensión al ídolo pop desde una perspectiva personal. Lo que también sucede en el momento en que Jim coloca a Jack White disertando sobre Tesla y la luz fluorescente, a Rza de Wu Tang Clan recetándole remedios para la garganta a Bill Murray, o a Tom Waits haciendo sentir mal a Iggy Pop porque ordenó por él. Es como invitar al ídolo a reinventarse con lo que uno imagina para él, hacer que caiga en el juego de complacer la fantasía del fan. Pero una fantasía que da nuevas dimensiones a la personalidad del músico, que hace posible mirarlo desde otros ángulos, lejos de las carátulas de los discos y revistas, lejos de E!, de Mtv o de los alaridos de los clubes de fans con carnet.
Probablemente si Elvis estuviera vivo, Jim lo llamaría y le diría:
“Hey, te invito a actuar en un película haciendo dos papeles: de ti mismo y de tu hermano gemelo maligno”
Y Elvis contestaría: “Mejor llamo a mi hermano gemelo, que él haga de sí mismo y yo seré el malvado”
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jueves, octubre 06, 2005

Post desubicado

Ayer quería ir a escuchar a un amigo que iba a tocar por primera vez con su nueva baterista. Me animaba la idea porque aunque él no demostraba mucho entusiasmo, sabía que estaba contento. No pude ir porque una amiga en aprietos necesitaba al comando madrugador prepara maquetas. Así que estuvimos cortando cartón y madera balsa, hasta la 1 yo, hasta las 3 ellas.
Entonces tuve que dejarlas, tomar mi bicicleta y llegar a la fiesta en la que había prometido poner música un rato. Al parecer la gente se había quedado sin dinero luego de pagar la entrada, y no habían bebido mucho. El ambiente era extrañísimo, las personas bailaban como si les pesaran los pies, y la mayoría no lo hacía.
Yo ya había pensado qué canciones pondría, pero de pronto nada parecía funcionar. Sólo querían bailar canciones conocidas, una tras otra, las que siempre suenan en el lugar en cuestión o en otros lugares limeños. Me empecé a sentir muy desubicada, no porque quisier poner cosas "raras", si no porque no veía a nadie divirtiéndose. La gente bailaba las canciones más típicamente toneras no porque en serio les divertían, si no porque eran cómodas para sus cuerpos. Porque podían controlar sus movimientos en relación a lo que escuchaban y había menos posibilidad de sentirse inseguros o verse ridículos, lo cual, ya que no se había bebido mucho, era inadmisible.
Las palabras "raras"/"conocidas"/"desconocidas"/ pueden prestarse a mal interpretaciones o a dárseles demasiada importancia, pero espero que esto no ocurra, porque lo importante de este post no es la erudicción musical, o la dicotomía caleta-pacharaco. En realidad lo que me pasó es que poniendo música, me puse triste. Y eso es totalmente lo opuesto a lo que debe ocurrirle a alguien que está poniendo música para los demás. Además no era una tristeza profunda, era sólo esa especie de pequeño vacío que viene cuando no tienes UN problema, pero TODO parece estar un poquito retorcido alrededor. Nunca me había pasado algo así, pero es que ayer no estaban bailando mis amigos. No sólo no estaban los amigos con los que compartimos gustos musicales o himnos nocturnos; no había alguien que se pusiera feliz con una canción y que libere a su cuerpo hacia la desobediencia total. Los movimientos estaban programados para los hits previsibles, las sorpresas eran recibidas con indiferencia, y yo no quería escuchar por los parlantes mis canciones favoritas si no iban a ser bien aprovechadas. Desperdiciar canciones preferidas es imperdonable!
Entonces me fuí. Averigué a dónde habían ido mis amigos luego del concierto, y me dirigí hacia allá en bicicleta.
Manejaba con algo de pena, pero lo único que quería era llegar a un lugar donde me sintiera ubicada.
Escuchaba Fangoria en el discman y era perfecto para ir por las calles vacías de las 2:30 de la madrugada. Pasaban algunos carros, habían algunos guachimanes medio dormidos en sus silletitas...Cuando estaba por llegar a Barranco, justo a punto de cruzar el puente, sentí algo de temor por la oscuridad, pero me dió alegría cuando pasaron junto a mí un chico que llevaba en su bicicleta a una chica comiendo un helado.
Luego llegué a la casa de Víctor: la música que sonaba era horrible, habían un par de parejas arrimadas bajo la escalera, junto a una peluca rubia, y yo me sentí bien.
Alan no dejaba de hablar de su concierto, baby P estaba super drogado y reía de todo. Un amigo más cachetón que de costumbre, otro muy ebrio y contento de verme. Luego todos en el cuarto de Víctor escuchando una conversación telefónica de lo más bizarra: un muchacho que casi no conozco le insistía a una chica: "Dime que me amas", "¿por qué no lo puedes decir".
Nos reíamos de eso y yo planeaba cómo robarle a Víctor su polo de Sid Vicious. Normalmente no me gustan los polos de los Pistols, tan repetitivos y carentes de expresión. Pero este estaba muy bueno, los colores explotaban, se salían del polo insolentes, como debería ser un polo de los sexypistolas.
Después de haberlos abrazado y de ver que estaban todos sanos y salvos, me empecé a sentir otra vez fuera de lugar. No había bebido ni fumado nada, no estaba eufórica ni conversadora, sólo tenía ganas de verlos en su alegría de madrugada y ya había tenido suficiente.
Manejé de vuelta a Miraflores, unos hombres me silbaron, en algún momento temí que de un carro salten unos encapuchados y me rapten, pero la mayor parte del tiempo, fuí la reina de las pistas, que estaban desiertas.
Pensé que finalmente me sentiría a gusto en mi cama, pero la verdadera comodidad le sentí hoy en la mañana, escuchando Fangoria, y barriendo.
 
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